Letras Desnudas / Mario Caballero
*** Minatitlán: un llamado de atención
La masacre del pasado 19 de abril en una fiesta en Minatitlán, Veracruz, donde un grupo armado provocó la muerte de 14 personas, es un llamado de atención al presidente de la República. Le diré por qué.
Ciertamente, es imposible cambiar en cuatro meses lo que no se pudo en doce años. Sin embargo, como van las cosas lo que ayer se le reprochó a Calderón y Peña Nieto, puede convertirse en la vara con que sea medido López Obrador: la incompetencia para proteger a los ciudadanos y para crear las condiciones de seguridad en medio de la violencia desatada tras la declaración de guerra contra los capos de la droga.
Antes de que Calderón decidiera enfrentar a los grupos criminales en diciembre de 2006, se estimaba que en México operaban alrededor de 6 cárteles cuya actividad principal era el trasiego de droga. Y precisamente en 2006, los quinientos asesinatos que se habían contabilizado ese año ocurrieron en enfrentamientos entre miembros de los cárteles. No había civiles, ni policías, ni elementos de las fuerzas armadas en la cifra de muertos.
Hoy, tristemente, se cuentan cerca de 30 bandas delincuenciales, de las que muy pocas siguen dedicándose al tráfico de drogas y armas. Al ser descabezadas, se dividieron en pequeñas cédulas que, al no tener los contactos con los fabricantes de cocaína en países como Colombia, diversificaron sus giros y por eso se ocupan en el sicarismo, secuestro, robo a transeúntes y casa habitación, robo de vehículos, extorsión, cobro de piso, entre otros. Y han poblado todo el territorio mexicano y entre ellas se disputan las plazas.
Sin una estrategia de combate al crimen, lo que Calderón inició con la intención de resolver un tema de seguridad pública, terminó por volverse un problema de seguridad nacional con más de 103 mil ejecutados.
Enrique Peña Nieto no sólo fue capaz de ponerse en ridículo a sí mismo al no poder mencionar el título de tres libros que cambiaron su vida, sino también superó la cifra de muertos de Felipe Calderón.
Según el INEGI, durante el gobierno de Peña Nieto hubo 25.4 millones de mexicanos, equivalentes al 21.24% de la población total, que fueron víctimas de algún delito: robos, asaltos, extorsión, lesiones, amenazas, secuestros, acoso o violencia sexual.
Ese sexenio cerró con 125 mil muertos, más de 50 mil desaparecidos, medio millón de desplazados y el 2018 fue el año más violento, con matanzas y desapariciones que requirieron de un sofisticado sistema de ocultamiento de cuerpos: las fosas clandestinas que están diseminadas a lo largo y ancho del país.
Cabe mencionar que Peña Nieto, en su último informe, esbozó de manera superficial el rotundo fracaso de su administración en el combate a la criminalidad, cuando de todos era sabido que el país estaba sumido en la peor crisis de inseguridad de nuestra historia. Ni en tiempos de Calderón las cifras de muertos fueron tan escandalosas.
¿GUARDIA NACIONAL?
El presidente Andrés Manuel López Obrador encontró un México viviendo una violencia de dimensiones dantescas, con casi 9 personas de cada 10 sintiéndose inseguras en el lugar donde viven. Pero lo más preocupante es que la situación sigue empeorando, pues de enero a marzo se registraron 8 mil 493 homicidios dolosos que representan un aumento de 9.60 por ciento respecto al mismo periodo de 2018.
Por tanto, López Obrador debe aceptar que lo que ha hecho hasta el momento para frenar la ola de criminalidad y violencia ha sido inútil. Y ante ello está obligado a cambiar de estrategia si no quiere acabar calificado igual que Peña Nieto, quien es considerado como el presidente que convirtió a México en una gran fosa clandestina. Y ese cambio debe empezar por su discurso.
El 30 de enero de 2019, AMLO señaló que la guerra contra el narcotráfico había llegado a su fin, buscando una manera para la pacificación del país, pero los asesinatos aumentaron. Antes, durante uno de los debates presidenciales, dijo que combatiría a los cárteles del narcotráfico con honestidad. “Abrazos, no balazos”, sentenció. Pero de acuerdo al creciente número de víctimas, los abrazos sólo han servido para dos cosas: consolar a los afectados del crimen y dar el pésame a los deudos.
Felipe Calderón emprendió una guerra sin que nunca se percibiera un plan de acción, estrategia, organización y medidas emergentes para revertir los daños. Y por eso fracasó. Enrique Peña ideó una maniobra para enfrentar el mismo problema a la que llamó Ley de Seguridad Interior, promulgada en diciembre de 2017, cuales objetivos eran regular y dotar de certeza jurídica la actuación de las Fuerzas Armadas cuando las amenazas a la seguridad rebasaran la capacidad de las autoridades locales.
Empero, su uso no sólo fue ineficiente, también la Suprema Corte de Justicia de la Nación a declaró inconstitucional en noviembre de 2018 y, en el colmo, elevó la desconfianza en las corporaciones policiacas.
Desde 2015, incluso antes, el hoy mandatario venía proclamando el regreso de los militares a los cuarteles, alegando que la función de brindar seguridad y protección a los ciudadanos no le pertenecía a los soldados y marinos. No fue sino hace algunos meses que cambió su postura y hasta envió una iniciativa de ley que le permitiera crear un nuevo organismo para la seguridad de los mexicanos integrado por elementos del Ejército, la Marina, Policía Federal y las otras policías, bajo el nombre de Guardia Nacional.
¿Es eso lo que necesitamos para resolver el problema? Pido disculpas porque no puedo dar una respuesta en estos momentos. No lo sé. Pero de lo que sí estoy enteramente seguro es que los policías federales, los estatales y los municipales jamás podrán combatir el crimen organizado. No es cosa menor que los narcos estén mejor armados que nuestros policías, pero dejemos eso a un lado. Sucede que los cuerpos de seguridad locales carecen de entrenamiento, equipo y armas para enfrentarse a los cárteles. Normalmente son ellos los que están en peores condiciones en términos de capacitación, remuneración, reconocimiento y estímulos.
Por el contrario, los soldados y marinos cuentan con todo eso. Además de disciplina, organización y recursos económicos. Es decir, las Fuerzas Armadas son hasta hoy en día la parte más confiable para enfrentar el problema.
VOTO DE CONFIANZA
Considero que todos deberíamos dar un voto de confianza a la Guardia Nacional. Admito, por supuesto, que hay dudas por la posible militarización que implica poner al régimen castrense a hacer tareas de seguridad pública, pero no hay por el momento otra alternativa para acabar con la violencia y el crimen que han convertido a México en un cementerio.
Claro que también el presidente López Obrador debería cambiar su discurso insultante para generar mayor certidumbre a su política de seguridad y dejar de culpar al pasado por los malos resultados del presente, porque eso no le quita responsabilidad al gobierno actual y sólo indica que no tiene el control suficiente sobre el territorio ni en los estados donde gobierna su partido. En Veracruz, donde gobierna Morena, no lo tiene.
Creo, además, que debería olvidarse del estribillo de la “cuarta transformación” y “la mafia del poder” para mejor dedicar todos sus esfuerzos en dar eficacia a la Guardia Nacional y lanzar una convocatoria por la seguridad en la que intervengan todas las instituciones públicas, privadas, sociales y hasta los ciudadanos.
Lo de Minatitlán es una llamada de atención directo al presidente, por el que tiene que entender que lo de “abrazos, no balazos” no funciona y que la honestidad no es contagiosa, sino una virtud personal.
Es un llamado de atención, en primer lugar, porque la violencia no ha disminuido en lo que va de su mandato, porque las cifras oficiales del combate al crimen que presume en sus conferencias mañaneras han sido todas refutadas por especialistas en temas de seguridad y porque mientras no logre definir bien una estrategia, fortalecer y regular la Guardia Nacional y aceptar las responsabilidades de su administración, ese problema seguirá poniendo en evidencia las muchas carencias estructurales del gobierno federal, que no ha logrado comprender la descomposición del tejido social, ni contener la corrupción y, lo peor de todo, teniendo toda la legitimidad posible no ha sido capaz de tomar el poder.
El presidente debe entender que el curso exitoso de la cuarta transformación pasa por la seguridad y mejor justicia. Nada más. ¡Chao!
@_MarioCaballero

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